martes, 29 de septiembre de 2009

CUBA

El primer viaje que hice sola al extranjero fue a París. Adoré París, ciudad a la que volví una y otra vez y a la que nunca dejaré de volver. En el Instituto la asignatura de Historia me fascinaba, y la revolución francesa me puso en contacto con ese sentimiento de la fuerza de todo un pueblo que se levanta clamando justicia. Caminar por París, por la Bastille, por Nôtre Dame…me pareció viajar más allá del tiempo. No escogí la carrera de historia ni la de periodismo, por cuestiones prácticas, y aunque ahora ya no tiene sentido arrepentirse de nada, tengo que reconocer, que en aquello de escuchar mi corazón y mi cabeza, en la elección de mi profesión primó ésta última, y de aquel lema “legalidad, igualdad y fraternidad” que tan profundamente había calado en mi, opté, sin saber muy bien el motivo, por la legalidad.

La igualdad no obstante, siempre me obsesionó. A los veinte años, por una historia de una de esas mujeres cubanas que se casó con un español y vino a parar a mi edificio para que mi madre la adoptara, entré en contacto con la revolución cubana, en un momento en el que la revolución obrera, el marxismo y el comunismo ya habían hecho que las liberales me parecieran juegos de niños.

Ana la cubana, era una fanática. Ella no era una de esas jineteras que se casaban con cualquiera con tal de salir de allí sólo para disfrutar de caprichos materialistas, ella se venía a España por que se había enamorado de verdad de un comunista acérrimo de escasos medios, pero adoraba Cuba, adoraba a Martí, a Fidel y a Silvio Rodríguez. Nosotros la adorábamos a ella. Su amor duró, sin embargo, un par de años. Se engordó veinte kilos, encontró trabajo, empezó a quejarse de que su marido no tenía aspiraciones, se separó y no la volvimos a ver más. Esa fue quizá una de mis primeras decepciones personales sobre el amor, y sobre el comunismo. Aunque ya entonces me había prometido viajar a Cuba, algún día.

Hasta este verano, dieciocho años después, no cumplí esa promesa. He viajado mucho y muy lejos, cada año me planteaba Cuba como posible destino, y cada año acababa descartándolo por un motivo o por otro. El comunismo, ya me había decepcionado tras mi relación de siete años con un nicaragüense que intentó que entendiera, en qué consistió exactamente la tan idealizada, en una Europa capitalista de izquierdas, revolución sandinista. En Nicaragua y después en el Yemen acabé entendiendo algunas cosas, como por ejemplo, que en la realidad el blanco y el negro, nunca son puros, siempre se ven manchados de tonalidades grisáceas; que el bueno siempre tiene una parte de malo, y el malo una parte de bueno; que, como dice Lisbeth: "no existen culpables, sólo distintos grados de responsabilidad". Pienso que mi evolución ha ido en pos de sustituir la lucha común por la individual, el compañerismo por la soledad, y los ideales por la cruda realidad. A pesar de todo, soy una romántica empedernida, negarlo sería negarme a mi misma, y me resisto a dejar de sentir que hay algo más grande que nos posee y nos da fuerzas para luchar por aquello en lo que creemos.

Llegué a Cuba, tras un período de tranquilidad social en mi vida que me había llevado a una calma y conexión conmigo misma que nunca antes había sentido. Me iba de vacaciones convencida de una serie de cosas, entre ellas: que no iba a enamorarme, que no tendría sexo sólo por tenerlo, y que éste iba a ser un viaje de estricto turismo geógrafico y de reflexión personal. No cumplí ninguna de ellas. A partir del momento en que puse un pié en suelo cubano, lo olvidé todo, como si de repente, todos esos esfuerzos y ejercicios mentales que he venido haciendo para ser capaz de vivir el momento y no acribillarme con lo que pasará mañana, hicieran su efecto en mi.

Cuba no es el país más bonito del mundo. Sus ciudades no superan la belleza de muchas de las ciudades que he visitado, sus playas no son como las de la Costa Brava o como las de Brasil, su verde no es el verde inigualable y salvaje que se metió en mi alma, para siempre, la primera vez que recorrí en furgoneta el trayecto de Managua a Granada; ni, mucho menos, el de Costa Rica, que se abre paso furiosamente y sin miedo, hasta llegar al mar para mezclarse con la arena blanca, incorporando al brutal sonido de la selva, el run run de las suaves olas caribeñas, para traer sombra al sol que abrasa. Su misterio, no supera el de aquel ambiente Yemení, y el contacto con aquellas mujeres que dejando sólo al descubierto sus ojos, te miraban fijamente y parecían decirte: tú y yo, no somos tan diferentes. Los cubanos no son tan bellos como los brasileños. Cuba se queda a medio camino en todo, y sin embargo, su energía, su música, su gente, su ambiente, te poseen para siempre desde el primer momento. Es ese país en que al abandonarlo no prometes que volverás, sabes, sin ningún tipo de duda que lo harás. Que dejas allí algo de ti, y te llevas algo de allí contigo, y que has creado una deuda interna que tendrás que saldar en alguna ocasión. Quién sabe cuándo, si en esta vida o en la siguiente, pero así será.

Éste ha sido un viaje mágico como ningún otro, en el que las relaciones que se han forjado han hecho que me enfrente a partes de mi misma a las que quizá nunca pensé que era importante que me enfrentara. Es cierto que hay mucha gente que viaja a Cuba como se viaja a la República Dominicana, con un “todo incluído” que en realidad no incluye nada. Pero aún así, creo que Cuba te cautiva siempre de una forma imperceptible, te engancha sin que lo sepas, sin que te des cuenta, de la misma forma que sus habitantes te hechizan y hasta te timan, sin agresividad, con alegría, y con un rollo impresionante.

Nunca percibí tan fuertemente la contradicción. He estado en países dictatoriales, pero nunca sentí sus limitaciones más allá de la información que me quisieran proporcionar sus habitantes, en las escasas conversaciones sinceras que puedes mantener en un país que no es el tuyo. En Cuba vives esa sensación constante de que existe una realidad paralela a todo lo que estás viendo. Te pierdes, hay algo que no entiendes, empezando por la doble moneda, y acabando por esa extraña prostitución que se disfraza de amor. Me resultaría muy fácil decir que en Cuba, como dicen de la India, las personas son pobres pero felices. Pero no, hay algo más. En Cuba, las personas no parecen ni tan pobres, ni tan felices. En cuanto pueden, te cuentan sus miserias, y tú no sabes si es cierto lo que te explican, o si sólo pretenden embaucarte para sacarte algo. Eso te provoca un estado de inseguridad que te descoloca, sin darte cuenta te proteges, te acorazas ante el sentimiento de simpatía o de atracción que te provoca un desconocido, e inconscientemente, te sientes superior aunque, en el fondo de ti misma, sabes que eso no es más que otra de tus máscaras.

Pero mi coraza ya es más débil de lo que fue, y de repente un día, harta de esconderme, me pregunto ¿de qué tienes miedo, Bridget?, y sé que esa pregunta va mucho más allá de un viaje, de un país, de unas vacaciones. Esa pregunta viene de lo más profundo de mi misma, de mi luz, de mi alma...y entonces decido, por que soy libre de hacerlo, y me dejo llevar por los ritmos, por los olores, por las sensaciones ¿y por qué no? por esos sentimientos que se me van despertando, poco a poco, que creía dormidos, casi muertos...y el miedo, desaparece, y vivo el momento, ¿cuánto?...¿cuatro, cinco días? ¿qué más da?...estoy sintiendo, y eso es hoy lo único que importa.

Los primeros días, llegué a pensar que todo era mentira, que aquel país no existía, que lo habían creado para los turistas, ¡qué sensación tan extraña!, que me llevó a cargarme de defensas hasta acabar soltándolas todas en el momento en que el cerebro me hizo un click y entendí, que tenía que ser así, que en un país sin libertad las realidades paralelas son la primera regla para sobrevivir, y que hay algunas cosas que nunca entenderé por que no formo parte de ellas, y por tanto, no tengo derecho a juzgarlas.
Una vez le dije a alguien que cuando perdí el orgullo encontré la dignidad. ¿Es pobre el cubano?, no muere de hambre, es cierto, pero no tiene acceso a una gran parte de cosas que nosotros consideramos de primera necesidad. Sin embargo mantienen una dignidad, una clase, que hace que dudes de si realmente están o no peor que tú. El cubano y la cubana viste cualquier trapo con elegancia, obsesionado por la limpieza, camina altivo, es culto, tiene ritmo, cadencia... Sabe que es especial, que todos lo somos, más allá de nuestros bienes, nuestro físico o nuestras titulaciones. Quizá en eso radique la esencia de la igualdad, en algo mucho más íntimo y personal que en la distribución equitativa de la riqueza. En ser consciente que todos, absolutamente todos, tenemos algo que nos hace especiales, algo que hay que buscar. El cubano lo sabe y por eso ni se humilla, ni se arrecia ante el turista que tiene todo lo que él sueña con tener. Si acaso, lo utiliza. Igual que nosotros los utilizamos a ellos. Es un juego, en el que si entras, alcanzas tu grado de culpabilidad, aunque aprendes a vivir en libertad, en esa libertad de la que ellos carecen.

Me he planteado diversas maneras de enfocar este post, sé que vuelvo a un tono un tanto abstracto que muchos no entendereis. Han pasado tantas cosas allí, y tan diferentes, que la posibilidad de escribir varios capítulos en orden cronológico cual cuaderno de viajes, me resulta sumamente atractiva. Pero aún no sé qué cosas quiero compartir y qué cosas quiero guardar sólo para mi, en el fondo de mi corazón. Aún no sé, si la Bridget que regresa es otra completamente distinta a la que se fue, o si simplemente vuelve a ser la de siempre que llevaba ya un tiempo sin atreverse a ser. ¡Valgan todas las redundancias!! Sólo sé que desde que regresé, mi casa me parece más bonita, mis pequeños viajes más valiosos, me siento más joven, más liviana, más atractiva, disfruto de mi soledad y no tengo prisa por nada. Estoy tranquila, en paz y feliz por lo que he vivido, a pesar de sentir cierta nostalgia por lo que quedó allí. Se cerró mi herida. Pero este viaje no me ha dado respuestas, más bien me ha creado nuevos interrogantes. Quizá escribirlo me ayude a encontrarlas.

Bridget (tobecontinued...)

3 comentarios:

  1. Allà on vagis continuaràs trobant un mirall i... quan el miris, t'hi veuràs tu un cop i un altre. Petons.

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  2. M'ha encantat l'article. Crec que estàs evolucionant molt, domines molt bé el ritme de l'escrit i fas que sigui molt interessant no ja tant perquè als primers escrits anaves més de salvatge, sinó per què el que dius és mol maco.

    Felicitats

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  3. Cada cop escrius millor, nena !!! M'ENCANTA. T'estas trobant a tu mateixa, i de pas, fas que els que t'estimem gaudim d'uns moments extraordinaris ...

    Fins aviat, escriptora !!UN ENORME PETÓ

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